El mito de Atalanta y los leones de Cibeles

El mito de Atalanta y los leones de Cibeles

Cuenta la leyenda que Atalanta siendo niña fue abandonada en las montañas por su padre, que quería tener un hijo. Recogida por unos cazadores, se convirtió en una joven fuerte, hábil con las armas y rápida. Según crecía en edad lo hacia el número de sus pretendientes, pero ella no mostraba ningún interés por ellos. Este desdén aumentó cuando un oráculo predijo que si se casaba se convertiría en animal.

Su padre la presionaba para que se casara, y cansada de tantas insistencias, Atalanta decidió que se casaría con el hombre que la ganara en una carrera, y al que no venciera ella misma le mataría.  Muchos aceptaron el desafío y murieron.

 

Había un astuto joven llamado Hipómenes, descendiente de Poseidón. El joven convenció a Afrodita para que le diera tres manzanas doradas del jardín de las Hespérides. En la carrera Hipómanes dejó caer las tres manzanas y la joven, impresionada por su aspecto, se paró a recogerlas, lo que permitió al joven ganar la carrera.

Atalanta se casó con él asombrada de su inteligencia. Pasados varios años de felicidad, un día cansados de cazar entraron en un templo de la diosa Cibeles y tuvieron relaciones sexuales en el templo, lo que enfureció a la diosa, quien les castigó convirtiéndolos en leones para que tiraran de su carro por la eternidad sin verse uno a otro.

El perro Paco, mascota de Madrid

El perro Paco, mascota de Madrid

En el mes de octubre de 1879 empezó la historia de un perro abandonado por su dueño, que vagaba en la noche madrileña. Este ir y venir le llevó a las puertas del Café de Fornos, situado en la esquina de Alcalá con Virgen de los Peligros. Como el Café no cerraba por la noche, encontró la puerta abierta y entró olisqueando la comida de las mesas buscando un hueso de regalo.  Se acercó a la mesa del marqués de Bogaraya al que gustó el atrevimiento de aquel perro y le echó un hueso. El marqués que cenaba allí muchos días le puso de nombre «Paco» por encontrarlo el día de la festividad de San Francisco de Asís y siempre obsequiaba al perro con algo de comida.

El perro comía en los cafés más concurridos y asistía al teatro, a la ópera, al hipódromo y a los toros, haciéndose cada vez más popular hasta convertirse en la mascota de Madrid. En las pastelerías se hacían figuras de azúcar con su imagen, salía en la prensa más que cualquier político o cantante, aparecía en las crónicas taurinas y se le dedicaron canciones y coplillas, algunas de ellas archivadas en la Biblioteca Nacional.

Lo que más le gustaba a Paco eran los toros y tenía dos toreros favoritos, Frascuelo y Lagartijo, y los días de corrida les esperaba en la calle y les acompañaba en la calesa a la plaza de toros, donde presenciaba las corridas.

Un día de mayo de 1882 toreaba un novillero principiante que lo hacia tan mal que toda la plaza le abucheaba tanto que nuestro perro saltó a la arena y se puso a ladrar al novillero, con el regocijo del público. El novillero con el enfado que tenía le clavó el estoque, lo que ocasionó la muerte del perro pocos días después.  Al novillero le salvó la fuerza pública de un linchamiento.

A Paco se le describía como “negro por el lomo y blanco por el pecho, de estatura mediana”.   Podía ser como el perro del autor de esta historia, cuya foto se adjunta.

La Leyenda de la Casa de las Siete Chimeneas

La Leyenda de la Casa de las Siete Chimeneas

Le agradecemos a Basilides Manso el relato de esta jugosa leyenda y las fotos que la ilustran.

La casa la mandó construir Pedro de Ledesma, montero de Felipe II, para vivienda de su hija Elena, una mujer de extraordinaria belleza, y quien, según dice la leyenda, era amante secreta de Felipe II.

Elena se casó con un capitán del ejército apellidado Zapata. Casualidad o leyenda, a los pocos días el capitán partió hacia el frente, muriendo en la batalla de San Quintín.

La joven viuda quería morir, no comía ni dormía, sólo lloraba. Dicen que murió de pena después de dar a luz una hija de la que nada se sabe.

Los criados de la casa aseguraron que la habían matado, pues el cadáver tenia heridas de arma blanca. De ahí surgieron rumores de que el rey se involucró en su muerte para evitar problemas sucesorios causados por la supuesta hija de su amante. El cuerpo de Elena nunca apareció. Acusaron al padre de la muerte de su hija, lo que ocasionó su suicidio.

Años más tarde los vecinos decían que se veía por la noche una figura de mujer vestida de blanco, en una mano portaba una antorcha y con la otra señalaba el Alcázar, responsabilizando al rey de su muerte. La leyenda estaba montada.

La casa cambió de propietario varias veces. En el siglo XIX la compró el Banco de Castilla para su sede y durante las obras de acondicionamiento apareció el esqueleto de una mujer joven enterrado en el sótano junto a monedas de oro de la época de Felipe II.

La Casa de las Siete Chimeneas posee la calificación de Monumento Histórico Artístico y alberga las dependencias del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.  Está situada en la Plaza del Rey, nº1, Madrid.