
Le damos las gracias a Basilides Manso, por contarnos la historia de Ocno Bianor, personaje mitológico griego fundador de la ciudad de Madrid, según la leyenda creada durante el reinado de Felipe III.
Todas las ciudades antiguas tienen un fundador mítico o dos como Roma, con los gemelos Rómulo y Remo y el semidiós troyano Eneas, que permitió a la ciudad heredar su gloria.
Cuenta la leyenda que Bianor I rey de los teucros, aliados de los troyanos fue muerto por Agamenón, pero su hijo Bianor II huyó y llegó a Albania donde creó un reino. Le sucedió su hijo Tiberis, y éste a su vez y tuvo dos hijos, Tiberis, legítimo, y Bianor III, bastardo, hijo de la bella campesina Manto.
Para evitar la lucha por el trono por parte de su hijo ilegítimo, el rey Tiberis entregó una gran cantidad de dinero a madre e hijo y éstos abandonaron la corte. Se dirigieron al norte y fundaron una ciudad a la que llamaron Mantua en honor a la madre.
Un día Bianor tuvo un sueño, se le apareció el dios Apolo, diciéndole que siguiera hacia el poniente o su pueblo moriría y que recibiría instrucciones a través de los sueños. Tras el sueño se puso el nombre de Ocno, que quiere decir “el que ve el porvenir a través de los sueños”, es decir, oniromante (del griego oneiros, sueño y mancia adivinación). Cuando murieron tres personas a causa de un extraño mal en su reino lo vio como la señal para ponerse en camino.
Con muchas vicisitudes en el camino hacia el poniente, tras diez años de viaje, una noche se le apareció Apolo en sueños y le comunicó que aquel era el lugar que estaba esperando y allí tenía que fundar una ciudad, y no solo fundar la ciudad, sino dar su vida por ella en sacrificio.
Al despertar vio que el lugar soñado era el paraje donde estaba, la tierra de los carpetanos, llena de madroños, encinas, buenas tierras y mucha agua. Había pequeñas chozas de pastores, que por casualidad esperaban desde hacia tiempo una señal de los dioses, pero inicialmente recelaron de Ocno Bianor.
El príncipe explicó que debería morir por ellos. Hicieron la ciudad con su templo y su palacio y surgió la disputa sobre a qué dios dedicar el templo, pues negaban la autoridad de Apolo. En sueños le fue revelado que la ciudad debería ser consagrada a la diosa Metragirta (Cibeles) y que él debía ofrecer su propia vida para zanjar la disputa, como había hecho la diosa.
Pidió ser enterrado vivo y que le colocaran una losa encima. Una vez realizado lo pedido, los carpetanos estuvieron una luna vigilando la tumba, hasta la última noche, cuando se desató una gran tormenta como nadie había visto nunca, tanto que todos se refugiaron en sus cabañas. De pronto una nube luminosa apareció en el cielo con una figura femenina sobre un carro tirado por dos leones, «Metragirta» gritaron todos. Al día siguiente la tormenta había desaparecido, lo mismo que la tumba de Ocno, que había sido sustituida por flores.
Cuenta el mito que Metragirta se trasformó en Magerit y de ahí nació la ciudad que hoy conocemos como Madrid.