Subí al autobús de la línea 5 como cada tarde de los jueves, después de asistir a mi clase de pilates. Venía más bien vacío y había muchos asientos libres, pero al entrar, una mujer se encontraba de pie al lado del conductor. Qué raro, pensé, ¿por qué no se ha sentado? Se apartó educadamente para que pudiera acercarme a cancelar mi tarjeta sin problema, y cuando me senté en un asiento hacia la mitad del autobús, volvió a su lugar al lado del conductor.
Era una mujer joven, de unos treinta y tantos años, más bien alta, guapetona y con una cuidada melenita corta. Iba vestida de manera informal pero elegante, con esa elegancia que describía Coco Chanel: “Viste de forma vulgar y recordarán el vestido. Viste de forma elegante y recordarán a la mujer”. Así era ella, una mujer que no llamaba la atención por cómo iba vestida (yo no me quedé con lo que llevaba puesto), pero sí se quedaba en tu memoria.
El conductor era también bastante joven, quizás algo mayor que ella, pero no mucho, con cara de hombre tranquilo, barba bien arreglada y buenas espaldas. Aún sin llegar a tener una conversación, sí intercambiaban algunas palabras, que yo no podía oír desde mi asiento. ¿Qué hablarían? ¿Por qué iba esta mujer al lado del conductor todo el trayecto? Misterio. Después de mis 5 paradas de rigor, me bajé del autobús, y con una última mirada desde la acera comprobé que la mujer seguía en su sitio.
Al subir al autobús el jueves siguiente, sorpresa: la misma mujer estaba al lado del conductor. De nuevo se apartó para que yo cancelara mi tarjeta y volvió a su lugar, y esta vez me senté en un asiento cercano a ellos. De repente vi la solución del misterio, fue un golpe de intuición tan rápido como certero: estaba claro, esta mujer acompañaba al conductor a lo largo de todo el trayecto ¡para ligar con él! Una hábil estrategia femenina: le das compañía cuando él está haciendo su trabajo y cuando llega a la última parada de la línea coincidiendo con el final de la jornada, ahí estás tú: te invito a una cervecita, ¿te apetece? Y así varios días, hasta que el conductor se arranca: hoy me toca invitarte a ti, pero va a ser a cenar, ¿qué te parece? Primer partido de la liga ganado.
Pillé algunas de las frases que se intercambiaron y que fueron la confirmación de mi intuición. “Esta es la parte más complicada del trayecto, porque hay coches que aparcan en segunda fila y apenas hay sitio para que pase el autobús, pero despacito se pasa”, dijo el conductor. “Pasas tú, que eres un conductor excepcional…”. Eso es, dándole coba. Pico y pala. Estaba clarísimo.
El jueves siguiente, a la hora de siempre, la mujer elegante estaba en el autobús, pero conduciéndolo, con un recién estrenado uniforme de la EMT. Suelo acertar con mis intuiciones, pero a veces fallo.
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