
Gracias a Basilides Manso por hablarnos de su memorable viaje a las Cataratas de Iguazú, reconocidas como una de las siete maravillas naturales del mundo y como las cataratas más espectaculares.
Llegamos por la noche al hotel, que estaba dentro del parque Nacional de Iguazú y se hizo para los campeonatos de futbol. Se oía un ligero runrun, pero cuando nos despertamos allí estaba el Cañón del Diablo, el salto de mayor altura de las cataratas.
Es la catarata de mayor caudal del mundo con 275 saltos prácticamente todos en Argentina, por eso para verlas bien hay que ir a Brasil. En una riada el año pasado llegó a tener un caudal de 16500 metros cúbicos por segundo, diez veces más de lo habitual. Causó graves destrozos en la pasarela argentina de cerca de 1 km de longitud. Según mis noticias ya esta reparada.
Salimos del hotel y tras un corto paseo llegamos a la pasarela. A medida que caminas por la pasarela te acercas a la Garganta del Diablo, no te da tiempo a nada, mira aquí, mira allí, es todo tan distinto dentro de la monotonía de las cataratas, pues la senda se acerca al borde cuando no se separa o caminas por la tierra firme de un islote. Poco a poco te acercas a la Boca del Infierno, el ruido se va haciendo ensordecedor y la bruma que sale de la boca te moja todo, no puedes sacar una foto porque nunca se termina de secar el objetivo.
Pasamos a Brasil para montar en helicóptero y sobrevolar las cataratas, el viaje se hizo corto y eso que no se pudo volar por el Cañón del Diablo, ya que está prohibido bajar más abajo porque en los acantilados anidan muchas aves. Vamos, para volver…
Nos montamos en una barca y nos dieron un paseo por el río. Nos recomendaron que fuéramos en bañador porque nos metieron debajo de una de las muchas cataratas que hay. Menos el cielo del paladar nos mojamos todo.