
Gracias a Ana Simal por recordarnos con este relato la importancia de detectar, no justificar y no tolerar el maltrato.
Estoy tirada en el suelo, no puedo moverme, ¿me habré muerto? No, porque me duele mucho la cabeza, así atrás, es un dolor espantoso. Intento pensar lo que me ha pasado y, poco a poco voy recordando.
Yo estaba hablando por teléfono. ¿Con quién? Ah, sí, hoy me decidí por fin a llamar al 016. Llevaba años intentándolo, pero hoy me armé de valor y lo he hecho.
Sé que les dije: “Por favor, ayúdenme, no puedo más, me quiero morir. Si no me he quitado la vida ha sido por mis creencias religiosas.”
El que se suicida va al infierno, me decían las monjas y, yo me lo he creído. Pero bien pensado, qué son estos años últimos más que el infierno.
Me casé enamorada, creo, y al principio, vaya, todo fue bien; pero muy al principio. Después empecé a sufrir y hasta hoy no ha habido tregua. El sexo no era lo que me había imaginado. Creo que él sí se lo pasaba bien, pero yo no, esa es la verdad. Cuando hablaba con mis amigas de este tema, pienso que había algo distinto en lo que ellas vivían y lo que vivía yo.
Luego empezó a beber. Y empezó a reprocharme todo lo que yo hacía mal y lo torpe que era. Me convenció de que valgo muy poco, es verdad, todo lo hago regular, pero eso sí, yo quiero hacer las cosas bien.
Un día me pegó. ¡Qué pena, madre mía! ¡qué pena me dio! No se lo dije a nadie. Y parece que a él le gustó pues era ya raro el día que yo no cobraba, poco o mucho.
Tuve mi primer embarazo y de una paliza perdí a mi niño.
Tuve otro segundo y, lo mismo.
Al tercero me fui a casa de mi madre hasta que nació el niño. El médico me mandó reposo y me convenció para que me dejara ir con ella.
Y ahora viene algo que casi no puedo ni recordar (me debo de estar muriendo), ¿no dicen que entonces pasa la vida como en una película?
Mi niño que es lo único bueno de mi vida, se fue. Un angelito al cielo, me decían. Pero yo le quería conmigo aquí en la tierra. No es que tuviera cara de ángel, tenía un ángel en la cara.
No pude superarlo.
A partir de ese suceso, él me hizo la vida más imposible si cabe.
Yo pasaba el semáforo en verde, estoy segura. La moto que nos arrolló ni nos vio. Yo me rompí la cadera, pero mi niño se rompió entero. Mi marido todo el día me decía: “no vales ni para tener hijos, perdiste dos anteriores y este último, por tu culpa ya no está.”
Yo no me atreví a decirle que si aborté fue por las palizas; a lo mejor a otras mujeres también les pegan y no abortan.
Y yo pasaba el semáforo en verde, estoy segura.
Cuando estaba diciendo en el teléfono “ayúdenme que no puedo más” noté el golpe tremendo con la lámpara de mesa.
Él estaba escuchando todo lo que yo decía, no le sentí entrar, se enfadó mucho y me dio. Quizá se le fue la mano y no quería matarme.
Ya estoy en el cementerio.
¡Qué paz, Dios mío!
Hoy ha venido él a visitarme acompañado de dos guardias. Se le llevan a la cárcel y ha pedido despedirse de mí. Me ha traído unas flores, nunca lo hizo cuando yo vivía. Me ha parecido que se le escapaba una lágrima.
Veis, es un poco bruto, pero en el fondo no es tan malo…
A todas las mujeres maltratadas, a todas las que ya no están.
Con todo mi reconocimiento y mi amor.