
De pequeña preguntó: “¿de dónde vienen los niños?” “Los trae la cigüeña”, le dijeron.
Ella no había visto nunca una cigüeña, pero miraba todos los dibujos de las cigüeñas con su bebé en un trapito colgado de su pico. “¡Pobre bebé! -pensaba- ¡qué frío tiene que pasar y que vértigo hasta que le lleven a su cunita!”
Luego su compañera de pupitre se lo explicó pormenorizadamente. “¡Puaff! qué asco”. Entonces no había asignatura de educación sexual ni siquiera tele…
Se puso a pensar: “y mis padres hicieron ‘eso’ para que yo naciera… ¡Puaff! Más trauma”.
Fue creciendo y dijo: “vale, tampoco está tan mal”.
Ahora desde la perspectiva de sus muchos años piensa: “quizás no estaría tan mal pensado lo de la cigüeña. Se habrían evitado la prostitución, los proxenetas, las violaciones, los abortos, los curas pederastas, etc.”.
El sexo en los animales es limpio, simple. No pretenden adornárnoslo con amor, es natural. “Y los hombres ¿que hemos hecho?”
Acabó diciendo: “la cigüeña, yo quiero que a los niños los traiga la cigüeña”.