
Muchas gracias a Ana Simal por este breve pero sugerente relato.
Estábamos todos inquietos, nerviosos, sabíamos que se acercaba el gran momento en el que la carrera iba a empezar.
Agitábamos nuestra cola esperando la señal convenida y al fin llegó: “¡preparados, listos, ya!”
Salimos en tropel, empujándonos unos a otros. Valía de todo, codazos, pisotones… Todos éramos conscientes de que en ganar nos iba la vida. En esa carrera no había ni segundos ni terceros puestos. Solo el ganador perviviría; los demás, en un espacio aproximado de cuarenta y ocho horas moriríamos.
Lo voy a conseguir, me dije emocionado. Pero a muy poca distancia de la meta un individuo fuerte y rápido se me adelantó.
Sé que no hay una segunda oportunidad, que voy a morir. ¿Por qué? me pregunto triste. Se está tan bien aquí… ¿Por qué ese despilfarro de individuos?
Prefiero no hacerme preguntas y rendirme a la evidencia: la vida de los espermatozoides es intensa, corta y efímera.