
Se trata de un pequeño aeropuerto para helicópteros, situado a escasa distancia de varios barracones donde se impartían clases para su conducción. Allí convivían dos muchachos ingleses y uno más, japonés, que no lograba integrarse en el grupo en gran parte debido a su idioma. Era un equipo de retén ante el peligro de que se produjera un incendio en aquellos parajes.
Aquella noche de Julio hacía un calor asfixiante, siendo el japonés el encargado del turno de noche, cuando notó algo extraño en el exterior. Era como un rumor raro, algo como un griterío lejano, pero no se notaba ningún resplandor que indicara fuego. Después de dar un pequeño paseo alrededor volvió al interior del barracón y siguió oyendo su programa de radio. No pudo concentrarse en él, ya que en el exterior se notaba algo anormal.
Despertó a sus compañeros que apreciaron también lo que el japonés les contaba. De improviso apareció en el cielo una enorme bola con una iluminación que cegaba su vista, posándose a muy pocos metros de los muchachos. No podían creer aquello, estaban espantados. ¿No sería un sueño?
La iluminación cegadora fue bajando hasta que se divisó un enorme portón por el que comenzaron a aparecer en fila unos seres rarísimos. Tenían un atuendo sorprendente y su estatura era de un tamaño mínimo. Al final de la pequeña fila apareció un ser que aparentemente se trataba de una persona humana que se dirigió a ellos en perfecto inglés. Les informó de que venían en son de paz desde el planeta Marte y estaban allí con la misión de ayudar a los habitantes de la Tierra, ya que estaban próximos a padecer graves inundaciones, terremotos y fuegos enormes, como el que estaba a punto de llegar y que el chico japonés había estado a punto de apreciar.
El griterío que habían percibido era producido por todos los animales que detectaban el fuego antes que las personas y trataban de huir de allí, haciendo un tremendo ruido.
Los tres muchachos estaban extasiados. No podían creer lo que les estaba ocurriendo. Fue entonces cuando apreciaron que el fuego era inmenso. El bosque se había puesto a arder en su totalidad. Hablaron con aquella persona rogándole que les ayudara a apagarlo, pero al no recibir contestación vieron que se había cerrado la enorme puerta del OVNI y sus tripulantes habían desaparecido.
Desolados penetraron en el barracón. Ellos no podían controlar el fuego. De repente el chico japonés recibió un fuerte golpe en la espalda. Eran sus compañeros que trataban de despertarlo. Estaba dando unas voces horribles y prácticamente le tiraron de la silla donde estaba sentado. Había sufrido una pesadilla tremenda y la noche de Julio seguía siendo espectacular. La luna continuaba iluminando el bosque y reinaba una tranquilidad absoluta.
Todo contribuyó a que los compañeros comenzaran una gran amistad que duró toda su vida.