Los Mayores Cuentan

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Filípides

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Muchas gracias a Ana Simal por este precioso relato de inspiración histórica. ¡Nos encanta!

Me llamo Lavinia, tengo 25 años y soy ateniense.

Hasta hace poco mi vida transcurría tranquila y feliz.  Estoy casada con Filípides y tenemos dos hijos preciosos.

Yo ya sabía cuando me casé que mi marido era militar, pero como hasta ahora no había habido guerras, llevábamos una vida bastante tranquila. Sin embargo, en este año de 490 AC los persas de Darío nos declararon la guerra.

Iban mandados por Datis y Artajerjes, dos buenos generales, pero nuestras tropas eran más numerosas y, nuestro joven general, Milicíades, era el mejor. Las llamaron guerras Médicas, no sé por qué.

La primera guerra se acabó con la batalla de Maratón. Milicíades, nuestro general, tenía fe en la victoria aunque estaba un poco asustado; los persas habían dicho, bueno habían jurado que es más, que si ganaban entrarían en Atenas, saquearían la ciudad y sacrificarían a todos los niños. De nosotras no dijeron nada, pero no hace falta mucha imaginación para saber lo que nos harían.

Estábamos todos encerrados en nuestras casas. Atenas parecía una ciudad deshabitada.

Nuestro general Milicíades nos mandó un emisario con la siguiente información: “Si no recibíamos la noticia de la victoria griega antes de veinticuatro horas, coincidiendo con la puesta de sol, teníamos que sacrificar a los niños y luego suicidarnos nosotras”.

Fueron las veinticuatro horas más horribles de mi vida. Los niños me decían: “¿qué pasa, mamá?”. Yo pretendía actuar con naturalidad y jugar con ellos, pero era imposible.

Ganamos la batalla nosotros los griegos, pero llevó más tiempo del esperado acabar con los persas y, corrían el riesgo de que no nos enteráramos a tiempo y ejecutáramos el plan. Y aquí es cuando Filípides, mi marido, tomó una decisión, empezó a correr en dirección a Atenas para darnos la buena noticia. Tanto empeño puso en llegar a tiempo, que corrió, corrió, corrió. Al llegar solo pudo decir: “Nikei” (victoria), cayó agotado y murió.

Eran cuarenta y dos ciento noventa y cinco kilómetros de Maratón a Atenas.

Ahora estoy triste, pero al mismo tiempo orgullosa.  Mi marido dio su vida por salvarnos a todos.

Si no hubiera corrido tanto, nosotras habríamos cumplido la orden que nos dieron y al llegar a Atenas los nuestros, solo habrían encontrado muerte y desolación.

Mis niños también están orgullosos y, a todo el mundo le dicen: “¡Somos los hijos de Filípides!”

Lavinia, Atenas año 490 AC