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Estatua de Felipe IV «de los cuatro genios»

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Basilides Manso nos cuenta esta interesante historia de una de las estatuas más emblemáticas de Madrid.

El rey Felipe IV, que reinó en España desde 1621 hasta 1665, quería superar en todo a su padre y encargó una estatua ecuestre mejor que la erigida en honor de Felipe III, hoy ubicada en Plaza Mayor.

Le encargó al escultor italiano Pietro Tacca, autor de la de su padre, una estatua de bronce realizada a partir de un cuadro de Diego Velázquez, del Museo del Prado, con el caballo encabritado en corveta (con las patas delanteras levantadas). Era la primera vez en el mundo que se realizaba este tipo de escultura y ante la dificultad del encargo, Tacca le pidió ayuda a Galileo Galilei, quien calculó pesos y ángulos, y concluyó que la mitad trasera del caballo tenía que ser maciza.  Cuando llegó a Madrid el modelo en barro desde Italia, no le gustó al rey,  y se llamó al escultor Juan Martínez Montañés para que lo arreglara, quien quitó la cabeza de la estatua y la hizo nueva a gusto del rey.

Por todo esto, a esta escultura se la llama “de los cuatro genios”: Velázquez, Tacca, Galileo y Montañés. 

Después de pasar por varios emplazamientos, en el año 1843, reinando Isabel II se puso la estatua en su emplazamiento actual. Está de espaldas al Palacio, porque se dice que al rey no le gustaba nada gobernar; está mirando a la ciudad, que le gustaba más.

A Felipe IV se le atribuyen más de cuarenta amantes y más de cincuenta hijos bastardos.  Por eso quizá su único hijo oficial tenía tantas taras que pasó a la historia como Carlos II “El Hechizado”.