
Le damos las gracias a Basilides Manso por darnos a conocer la historia de uno de los lugares más emblemáticos de Madrid.
En casi todos los pueblos de España un día la semana hay un mercadillo, y en Madrid se celebra los domingos en el Rastro de Ribera de Curtidores, aparte de los que se celebran en algunos barrios. El Rastro genuino original es el de La Ribera de Curtidores, desde la plaza de Cascorro a la Ronda de Toledo y calles aledañas.
Se vende y se compra de todo lo imaginable, si alguien quiere comprar algo por muy raro que parezca allí alguien lo vende: piezas sueltas de alguna máquina, piezas que faltan de una colección… hasta en los años 80 del pasado siglo alguien compró a precio de ganga un dibujo de Miguel Ángel.
Los orígenes del Rastro se remontan al siglo XVI, cuando se construyó un matadero en el Cerrillo del Rastro, donde hoy se encuentra la Escuela de Danza entre la Ribera de Curtidores y la plaza del General Vara del Rey. El rastro de sangre de las reses sacrificadas de madrugada salía por la puerta y bajaba por la Ribera, y ahí el nombre de El Rastro. Anteriormente ya se habían instalado en la Ribera varias tenerías (lugares donde se curtía la piel) ya que tenían la materia prima bien cerca, en el matadero; luego siguieron los artesanos de objetos de piel, esencialmente correajes y monturas para las caballerías.
Esta costumbre se extendió a otros gremios ya que era muy abundante el personal que acudía al mercado. Empezaron a instalarse los vendedores de comida, luego los de ropa usada, hierros viejos etc. En los principios de Siglo XIX ya estaba plenamente consolidado EL Rastro.
Actualmente El Rastro posee una regulación municipal bastante estricta, que permite al Ayuntamiento de Madrid controlar el número de puestos, su tamaño y ubicación, y lo que puede venderse en ellos. Está prohibida la venta de animales vivos y alimentos en los puestos.