Los Mayores Cuentan

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El loco. Relato de Charlie Levi Leroy

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Le damos las gracias a Charlie Levi Leroy por este relato tan intenso e intrigante. 

RECUERDO AQUEL DÍA COMO SI FUERA SIEMPRE. ME estaba cambiando la piel justo en el momento en que la alegría abandonaba la casa con un pequeño bolso de mano y la tristeza aprovechando el abrir y cerrar de puertas se metía dentro de la casa con una gran maleta y se instalaba en el cuarto de invitados… y ella me miraba. Yo funambulista de tres al cuarto hacía equilibrio en las cornisas de mi alma para no caer en los brazos del misterioso mar que me arrastraría hasta el azul eterno, a mí, que he vIvido siempre embadurnado de los grises que provocan el miedo y el dolor de sentirse reemplazable mientras a mi alrededor la música me proponía la misma melodía, antigua, sabia… y ella me miraba. Mis bolsillos hacia afuera mostrando el vacío del sólo me tengo a mí cuando era normal tener tantas cosas entre ellas tú y tú a mí y los dos todo, cuando vivía convencido que el amor era algo grande e inacabable y apenas un tímido movimiento, un pequeño paso y salí fuera y no hay puertas ni ventanas para volver porque nunca se vuelve a nada ni a nadie aunque yo insistía caminando días y sentimientos hacia atrás… y ella me miraba. Trepaba a los árboles, a las ramas más altas y desde allí miraba el horizonte, siempre el mismo, siempre acabando para continuar siendo aquel otro horizonte del lado donde habita el que no soy. Abría las alas y le confesaba a los cuatro vientos que tenía los pies enterrados en el miedo y que aunque lo intentaba no volaba, sólo imaginaba lo que sería volar y me gustaba pasar las horas con los ojos cerrados y el corazón abierto y llorar por lo que nunca tuve, porque no tengo más deseos, porque ella me mira y no me comprende… y ella me miraba. Yo creía que si me abría el pecho allí dentro estaba el sol, aquél que hacía que los ojos se entrecerraran ocultando la fugacidad de la pasión. Lo abrí y estaba lleno de todo lo innecesario, desde olvidos hasta risas que ya no sonaban igual y miradas de ternura y rencor, cartas, promesas y más allá el vacío… y ella me miraba. Y decidió no mirarme más y me miró y me dijo que había cierta locura en mí que no soportaba y vi en sus ojos la huida y supe que era verdad, tanta realidad me había vuelto loco pero me sentí feliz porque en algún cajón de no recuerdo dónde la encontré, allí, pequeña y necesaria…, la metáfora.

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