Los Mayores Cuentan

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Ayuntamiento. Un relato de Mª Luisa Illobre

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Mª Luisa Illobre vuelve a llevarnos a un nuevo escenario, sumergiéndonos esta vez en la vida de un pequeño pueblo de la España rural y haciéndonos partícipes de sus tensiones, conflictos, penas y alegrías sin salir de nuestra casa. ¡Muchas gracias, Mª Luisa! 

En un pequeño pueblo de León se situaba este Ayuntamiento que daba servicio a dos o tres pueblos de alrededor y que por supuesto tenían que acudir a Robledillo para solucionar los pequeños problemas que surgían. El Ayuntamiento estaba compuesto por una joven de la localidad como administrativa, un edil y un vecino que hacía las funciones de bedel, todos ellos regidos por el alcalde Moraleda de ochenta años, que llevaba en el cargo toda su vida.

Los vecinos, en su mayoría jóvenes, no estaban conformes con la manera de gobernar del anciano, ya que después de muchos años éste se negaba a las mejoras prácticas necesarias en el pueblo. Por tanto y después de muchos requerimientos se decidió hacer un pleno en el Ayuntamiento al que acudiría gran parte del pueblo, que asistió encantado.

Dos jóvenes fueron los encargados de tratar los asuntos, que fueron numerosos. En primer lugar, se debían instalar más fuentes de agua potable, ya que solo había una y no cerca del pueblo. Se debían pavimentar las calles puesto que seguían con los adoquines de toda la vida y era imposible transitar en coche. Otra cosa era la oscuridad. En el pueblo no existían nada más que unas cuantas bombillas con luz vacilante y tendrían que existir unos focos con altura que iluminaran bien el paseo por el que caminaban las parejitas hasta ahora. Y así hasta diez necesidades más en el pueblo.

El Alcalde no podía comprenderlo. Sentado detrás de la mesa notaba grandes sudores, un calor extraño le subía por todo el cuerpo ¿Qué quería esta gente? Si todo esto costaba un montón de dinero que el Ayuntamiento no tenía… Entretanto el público se había sublevado y empezó un vocerío enorme. A los jóvenes les parecía bien las propuestas, siempre que no tuvieran que tocar los bolsillos. Para los mayores era un disparate. ¡Si vivían de sus pensiones!  Aquello terminó sin solución a las diez de la noche. Unos criticaban a otros ya que éstos tenían dinero y los demás estaban a dos velas.

La mecanógrafa de administración decía a voces que lo suyo era un salario mínimo y el edil contestaba que lo que cobraba él sí que era miserable y hasta ahora no se había quejado.  Nadie se ocupó de que el Alcalde se había caído de su silla y se encontraba muy mal. Llamaron al médico dentro de aquel caos y fue llevado a su casa. Allí tranquilamente se fue calmando poco a poco, empezando a reconocer que el cargo le venía muy grande.

Han pasado tres meses y en Robledillo reina la tranquilidad. Ha tomado el cargo un nuevo alcalde que se ocupa de todo. Tiene cincuenta años, es abogado de profesión y ha establecido, con el acuerdo de todos, un recibo mensual de los vecinos para tener un remanente, ya que empezarán las obras dentro de un tiempo. Se han tomado en cuenta a las personas mayores, que deberán pagar menos.

Todo se soluciona en la vida.

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