Los Mayores Cuentan

Blog participativo hecho por mayores para mayores

Paulina, una madre

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Muchas gracias a Ana Simal por este gran relato inspirado en una historia real.

Este escrito va dirigido a todas las madres. No perdáis la esperanza con vuestros hijos. Por torpes que parezcan, al final os compensarán de todas las veces  que estuvisteis corrigiendo y repitiendo lo mismo (predicar en el desierto, decía mi madre cuando veía que no le hacíamos caso).

Os voy a poner en antecedentes; ahora ya soy mayor, pero espero recordar lo más importante.

Me llamo Paulina, me casé a los dieciocho años, mi marido tenía veintinueve, a mí me parecía muy mayor, pero no me importó porque estaba perdidamente enamorada.

Lo que más me gustaba en la vida era tocar el piano.

Cuando nació Alberto, mi hijo, me sentí la mujer más feliz del mundo.

Conseguí transmitirle el amor por la música y la paciencia y perseverancia que eran dos de mis mejores virtudes.

Siendo pequeño, ya empecé a sufrir. No dijo ni una palabra hasta cumplidos los tres años. Me decían: “Este niño es algo retrasado”. Yo sabía que no, que era muy listo, que lo entendía todo, pero no hablaba. No consiguió hacer el Bachillerato (luego de mayor se lo convalidaron).  Solo le gustaban las asignaturas de ciencias, las de letras ni las miraba.

Cuando tenía catorce años un profesor me dijo: “Este chico nunca llegará a nada en la vida.”

Su crianza fue desesperante. No quería peinarse, ni creo que lo hiciera en su vida. ¿Por qué? ¡Ah!…

Cualquier consejo que le daba, lo cuestionaba hasta el final.

Un día le dije: “Alberto, ordena tu cuarto que parece una leonera.”

Al cabo de un rato, él vuelve y me dice: “Mami, (siempre me llamaba así), ¿todos los leones son desordenados?”

“Pues no sé si todos”

Vuelve al cabo de un rato: “Mami, ¿los tigres son desordenados?”

“No sé, hijo, no sé”.

Asomó otra vez su cabecita por la puerta: “¿Tú has estado alguna vez en una leonera?”

Bueno, he puesto este ejemplo, pero así era con todo.

Nunca daba respuestas concretas. Si le preguntabas algo, siempre respondía: “Depende”.

“Depende ¿de qué?” Le decía yo.

“Con lo que lo compares, todo es relativo” “La Tierra es grande comparándola con la Luna, y pequeña comparándola con el Sol.”

Se ha hecho mayor y ya no vivimos juntos.

Hoy me ha llamado y me ha dicho que se va de viaje. “¿Muy lejos?”- le pregunto.

“Depende. Suecia está lejos de España, cerca de Noruega y muy lejos de EEUU.”

“Y, ¿a qué vas?”

“Me van a dar el premio Nobel de Física”

“¿Nobel? ¿Ese señor que inventó la pólvora?”

“No mami, es la dinamita. La pólvora la descubrieron los chinos. Me dan el Premio Nobel de Física por lo que descubrí del Efecto Fotoeléctrico.”

“Y lo de la Relatividad ¿qué?”

“Pues que el científico al que le encomendaron valorarla, no la entendió.”

Me mandó una foto de la entrega del premio.

Estaba muy guapo, pero ¡tampoco ese día se peinó!