En el trabajo todos sabían de la abuela de Jaime. En primer lugar, porque no es habitual que una persona de cuarenta y tantos años tenga abuela. Y en segundo lugar, porque es infrecuente saber de alguien que ronda los cien años. “Mi abuela está muy bien” –decía Jaime. “Apenas oye y camina con dificultad. Pero ve bastante bien, no tiene ninguna enfermedad seria y la cabeza le funciona de maravilla. Está empeñada en llegar a los cien años.”
Un día alguien le preguntó a Jaime que qué tal seguía su abuela. “Murió hace unos meses”, respondió. “¿Cómo así? ¿Pues no estaba bien de salud?” -le dijeron con curiosidad. “Sí, pero cuando cumplió cien años, -explicó Jaime- se quedó sin ninguna razón por la que vivir”.
0 comentarios