Los Mayores Cuentan

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Cuando éramos niños

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Muchas gracias a Julián del Río por compartir recuerdos de su infancia que nos trasladan a una realidad tan diferente a la de los niños de hoy en día.  ¿Son más felices ahora?

Eran esos años, en los que cuando llegaba la hora del Ángelus yo, como algún otro niño más, si no todos los días, sí muchos, dejábamos la escuela para ir a llevar la comida a mi padre al monte, ya que era resinero y tenía que andar unos cuatro km dependiendo de donde fuera picando los pinos, allí comía con mi padre y si no tenía que ayudarle, como ir a por agua a alguna fuente, me volvía a casa, pero la escuela de por la tarde ya me la perdía.

Por las tardes iba con alguna de mis hermanas a por cardos y hojas tiernas de olmo que, envueltas con salvado, los cerdos se lo comían muy bien.

Cuando los labradores terminaban de acarrear la mies, podíamos entrar a espigar lo que quedaba en la tierra. Por entonces había viñas en el pueblo (ahora no hay ninguna) y cuando terminaba la vendimia, íbamos a la rebusca, ya que siempre quedaba algún racimo pequeño o que se quedaba oculto y siempre llevábamos una cesta.

Por Septiembre solían poner unas calderas para sacar esencia de colonia del espliego, que íbamos con una hoz y un saco y nos ganábamos un jornalillo.  Más tarde si el año era propicio para los níscalos nos ganábamos unas pesetas vendiendo los níscalos en un bar que los recogía y los mandaba a Cataluña.

Eran años que por llevar al ayuntamiento los pollos de un ave de las que debía de haber demasiadas, también nos daban unas pesetas. También si eras monaguillo el cura daba una peseta el domingo, pero si tenías la suerte de una boda o un bautizo solían dar una propina, los padrinos o novios.

Así transcurría la vida de cualquier niño por entonces.