
Hoy Julíán del Río nos trae dos interesantísimas tradiciones vividas en su infancia por tierras burgalesas. ¡Muchas gracias, Julián!
Pingar el Mayo
Por tierras burgalesas de donde soy yo, en muchos pueblos se mantiene la costumbre de “Pingar el Mayo”, que consiste en que los mozos escogen el pino más alto de los alrededores y después de quitarle las ramas, menos las de la picota, lo trasladan al pueblo, donde lo ponen en la plaza, en un hueco que, una vez asfaltadas las calles del pueblo, lo dejaron para este fin. Hoy se hace muy fácil por la cantidad de maquinaria que hay, pero a mí de niño me llamaba mucho la atención la manera de pingarlo, que era a base de cuerdas, que tiraban desde distintas posiciones para que no se fuese a caer encima de alguna casa. También ponían un carro para sujetarlo mientras reponían fuerzas los mozos.
Con lo que sacaban de la venta del pino los mozos antes se hacían una merienda, ahora suelen hacer un viaje la mayor parte de las veces.
Se pone el Mayo el primero de Mayo y se quita el día 31. Es una costumbre que viene de tiempos muy antiguos, con opiniones variadas del porqué de esta costumbre.
Las matracas
A partir del mediodía del Jueves Santo ya no sonaban las campanas, por lo que, para avisar la hora de los oficios, los monaguillos salían con las matracas, que eran instrumentos muy sencillos, de una tabla con unas llaves que, al moverlas de arriba abajo, hacían un ruido tan importante como para que se enteraran los vecinos. Solían acompañar otros chicos con carracas algo más pequeñas, y todos gritaban “a los oficios”.
Esta costumbre ya no se practica, ahora se representa un Vía Crucis viviente de gran éxito en todo el contorno.
De esta costumbre proviene la expresión “dejar de dar la matraca”, que se refiere a lo que se decía a los niños cuando seguían haciendo el molesto ruido de las matracas después de que estuviera todo el mundo avisado de los oficios.